Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

20. EL INFANTE BICOLOR (Edita)

Nuestro pequeño cambia de personaje a menudo: hoy me pide un tutú para hacer de bailarina y pasado mañana, convertido en bombero, puede apagar fuegos imaginarios con la manguera del patio.

Viéndolo yo festejar tan efusivamente con su padre los goles de España en la final de la Eurocopa televisada, en previsión de sus intereses inmediatos, bajo al bazar de la esquina. Compro enseguida un balón casi reglamentario, una imitación cutre del traje de la selección medio adaptado a su talla y unas botitas con tacos de goma. En cambio, no puedo adquirir ni una pizca de paciencia materna porque está agotada.

Al llegar a casa, me espera otra sorpresa: el niño se afana en encontrar el color negro revolviendo entre mis pinturas. Como no consigo disuadirlo, le ayudo a caracterizarse.

Ya van nueve días sin variar de atuendo, todo un récord. Y si lo llamamos por su nombre en vez de Nico o Lamine, no responde. A la hora de la ducha hay rabieta asegurada porque destiñe; las restricciones de esponja o jabón resultan ineficaces. Pronosticamos trauma inminente cuando vuelva a ser blanco. Acabo de pedir cita en el psicólogo infantil.

21SSBN21

A mi edad madura que te abandonen resulta bastante catastrófico. He escapado a Cuenca donde he coincidido con otra alma atribulada compartiendo tres días de excursiones, museos, confidencias. Ayer noche nos despedimos hasta el desayuno. No aparece. Comentan que a primera hora ha marchado. Me entregan un tarjetón suyo donde leo escrito a mano “21SSBN21”.
Atónito llamo a mi amiga salvadora que todo lo sabe explicándole el tema, “ayúdame, qué significa esto”. Desolado vuelvo a Madrid.
En el bufete suena el teléfono. Su voz excitada afirma que lo tiene, “corre para el bus a Donostia, tienes el tiempo justo”, cojo el de las tres de la tarde.
Explica, “hoy es día 21, SS es San Sebastián, BN es el Blanco y Negro de la Plaza Constitución, a las 21 horas.
Estación de Bus 20:45h, con paso desbocado llego a la Parte Vieja. A la novena campanada entro en el bar. Hay una persona en la barra que observa con sonrisa de sorpresa e ilusión. Es ella, mi corazón estalla. Se acerca, me besa susurrando “has venido, quería estar segura”. Cogidos de la mano salimos mirándonos a los ojos.
Quizás otro día os cuente el resto de la historia.

18. Negro sobre blancos (Luisa Hurtado)

No teníamos ni blanca y, por no tener, no teníamos ni idea. En el barrio todos habían prosperado de un modo u otro: trata de blancas, tráfico de cierta sustancia en polvo, atracos con arma blanca…; y nosotros, con todos los negocios ya pillados, solo lográbamos, al lado de nuestros vecinos, ser unos mierdas. Así las cosas, nos pasábamos las tardes en blanco junto a un vaso de cerveza; hasta que llegó el Sombra, una novedad en el vecindario, vieras como lo vieras. Fue después de que jugáramos con él al tiro al blanco, lo que no deja de ser una paradoja, cuando tras agitar la bandera blanca comenzó a darnos algunas buenas ideas. A día de hoy ya estamos detrás de todos los negocios que hay a este lado de la ciudad, obedeciendo a este hombre que fue el primer negro que vimos en nuestras vidas, ese salvaje sin escrúpulos que solo con poner los ojos en blanco y hacer una mueca manda a cualquiera al otro barrio a hacer puñetas.

17. Límites

Mwezi, si no hubiera nacido en Tanzania, también podría haberse llamado Luna. Habría sido una gran alegría para su familia, no una maldición ni una vergüenza. Estaría familiarizada con las palabras factor de protección, el número 50 y el signo +, sabría lo que son gafas de sol, lo que son filtros solares. No llevaría solo la gorra rota de su hermano mayor, dispondría de un cajón lleno de ellas para conjuntar. De no haber nacido albina en una aldea africana, seguiría ajena a la superstición, a la brujería. Al miedo. Al pavor a ser atacada por ser distinta. A ese pánico que siempre le crece en el estómago cuando los del pueblo hablan con su padre, que la mira displicente. En lo que hay pocas diferencias es que aquí o allí, la determinación de una madre por mantener a salvo a su pequeña conoce pocos límites. Traspasarlos le puede conducir a un futuro tan oscuro como los ojos inertes del que ya no es su marido, como la noche cómplice de su huida. O tan luminoso como la piel de su hija.

16. UN VUELO DE REGRESO

 

Alguna vez había oído que un nido de golondrinas en tu balcón llevaba buena suerte a tu casa, por eso y porque la multa no era una opción, cuando oí trisar a aquella pareja de elegantes pájaros sonreí, la primavera me alegraba el ánimo y los pequeños polluelos, a los que bauticé, entretenían mis días.

Antes del mes los vi volar fuera del nido ..…a todos menos a ella; tenía el plumaje negro y blanco como sus hermanos,  pero un mechón azul índigo coronaba su cabeza.

Un empujoncito y su precioso vuelo planeado la llevó hacia tierras lejanas.

Pasó el invierno y cuando el sol empezó a ganar terreno, golpeando feliz los cristales de la ventana, cumplidos sus sueños y los míos, allí estaba de nuevo, ¡mi Emperatriz!.

 

15. ¿AVE? (Puri Rodríguez)

Sentado bajo un viejo roble, escaso superviviente del frondoso bosque que poco tiempo antes circundaba su cabaña, recostó su cabeza en el tronco y miró hacia el cielo.

Entre el follaje divisó trocitos de un luminoso espacio surcado por blancas nubes viajeras, y se preguntó si esa extraordinaria luz estelar tendría fecha de caducidad.

–”Si existe desde hace millones de años, la avaricia de unos cuantos seres estúpidos no va a poder devolvernos a las tinieblas”– Se dijo para sus adentros mientras una bandada de pájaros volaba sobre las copas de los árboles.

En apenas unos segundos la luz se apagó y la más negra tiniebla lo inundó todo, destruyendo al optimista pensador y a su pequeño bosque.

Su última mirada fue para el extraño pájaro que cerraba aquella bandada y que se detuvo un momento en el aire, justo sobre su roble, para soltar un pequeño objeto oscuro antes de seguir su camino.

14. TONOS DE GRIS (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

 

Conducía desde Villarcayo su Citroën 11-ligero. La niebla, tan espesa como un edredón, la disipó un fogonazo de luz cuando llegó al alto.

Paró el motor y se apeó junto al letrero que ponía LOS TORNOS 920m.

Se quedó mudo ante el cambio de paisaje. A su derecha el alto de Zamina, que cubría con un verde canoso sus turberas. De frente el brusco descenso escondía las curvas en zigzag de la carretera entre árboles de verde militar.

El sol, desde su derecha, iluminaba entre los tapiales los prados mostrando tonos verdes según las siegas. Los había de “manzana” en los recién segados, “pistacho” en los prados de altura y variedad de tonos “pasto” en los demás.

Por todos lados cabañas solitarias y animales de tonos rojizos y frisonas pacían tranquilos en las laderas.

Finalmente, a lo lejos estrelló sus ojos contra un mar azul “cerúleo” rayado de espuma junto a la costa y “añil” en el horizonte lejano.

Entusiasmado sacó del capó su KODAK-616 JUNIOR; la armó sobre el trípode y con la perilla en la mano esperó el momento más propicio de luz; y ¡plas!

El enjambre de colores quedó impreso en su película de blanco y negro.

13. Moby Dick

Después de su último encuentro ella salió malparada y se alejó en busca de aguas más tranquilas para curar sus heridas. Él puso todo su empeño en encontrarla, embarcado en violencias por mares tenebrosos, sin dejar de achicar la sensatez y la memoria de otros tiempos más felices.

La divisó en aquel paraje cuando se ponía el sol y enloqueció al verla acompañada. Lo arrojó todo por la borda, insensible a sus gritos tras cada cuchillada, y reservó para sí un último embate del acero, el menos violento, antes de quedar varado junto a ella en la acera.

12. Sombras de ciudad

El viento me traía olores conocidos: tierra húmeda, hierba fresca, ovejas… Junto a mis compañeros de trabajo corría libre, sin correas ni muros. Mi mundo era sencillo y tranquilo.
Pero me fui haciendo demasiado mayor para trabajar; mis patas ya no respondían como antes. Y un día me subieron a una jaula negra con ruedas y el aire cambió.

De pronto, todo me olía a humo y metal. Brotaban ruidos por todas partes: bocinas que rugían, voces que se mezclaban, pisadas que retumbaban en mis oídos. El suelo duro me quemaba las patas y cada pitido me hacía saltar. Un torbellino de sombras negras y luces blancas me cegaba y me paralizaba.

Ya no había espacios para correr, ni hierba donde tumbarme. Tampoco compañeros a los que acudir buscando auxilio o un ladrido amigo. Solo paredes altas y olores extraños que mi olfato no comprendía. Todo me apestaba a basura y a miedos negros.

Me acurruqué junto a la pierna de mi nuevo humano, temblando. Él me acarició y dijo algo con un tono suave. No lo entendí, pero por un instante sus gestos me devolvieron un poco de la seguridad que había dejado atrás.

11. Blanco sobre negro

Extrarradio. Familias asediadas. Ventanas destrozadas. Antidisturbios contundentes. Reyerta disuelta. Su cabeza, rapada. Su córnea, destrozada. Bala perdida, de goma.

Arraigado el trasplante, quiso agradecer. Acudió una madre: mirada hundida, piel negra. Ella sonrió. Él se estremeció; quedó descompuesto.

Abandonó el hospital: incómodo, escéptico.

Creció su pelo: ondulado, moreno. No se lo volvió a rapar.

10. El armario

Con el valor que su generación daba a las prendas de calidad cosidas a mano, no se había deshecho de ningún vestido importante en su vida. Allí estaban, bien preservados en fundas con naftalina, el de novia, aún impoluto y bordado de felicidad, el de chaqueta gris a medida, con el que aparecía en las fotos de nuestras comuniones, y los negros, acartonados por las lágrimas de dolor de tantos lutos acumulados. Descarté cualquiera de ellos.

Mi madre había sido una mujer de su época, forzada a aparentar una sobriedad en consonancia con la moral y el decoro exigidos por la severa educación de una sociedad rígida. Pero en casa, con nosotros, se convertía en un ser de luz cuya imaginación chispeante conjuraba la magia para colorear nuestras vidas y alentarnos a disfrutar del mundo con alegría. Y así quise que todos la recordaran.

Me inventé lo de su última voluntad. Hice caso omiso al gesto perplejo del maquillador cuando se lo pedí, al horrorizado de mis hermanos al contárselo y al estupefacto de cuantos se acercaron al tanatorio para despedirse de ella. A mí me parecía que estaba radiante con aquel disfraz de arlequín acorde a su verdadero espíritu.

09. NEGRO Y BLANCO (Miguel Ángel Jiménez)

Aquellos fotones rebotaron en mi ojo derecho. Lloré para defender mi retina de tamaña agresión cósmica. No sirvió de nada. El astro rey se había enfadado y se avecinaban tormentas solares en los próximos días. Lo de hoy era solo el comienzo. Mi retina oscureció. Fundió a negro. Mis hijos se asustaron. Nunca habían visto a papá así. Con la pupila negra. La otra no. Mantenía su color castaño original.

 

Mirándome de reojo. Sabían que yo me había levantado de mal humor porque aquella mañana se me olvidó ayudarles a mover el Cola Cao. Eso siempre pasaba así. Si yo estaba de buen humor siempre les movía el Cola Cao susurrando una canción de amor. Si no, no.

 

Abrí la ventana para mirar al sol y esta vez sí, absorber todos los fotones que se atrevieran a venir a mi ojo izquierdo, como cuando estoy feliz. Inmediatamente mi ojo fundió a blanco. Sonreí. Mis hijos lo notaron y se les cambió la mirada.

 

Cogí la cuchara y comencé a diluir sus tazas. Susurré otra canción de amor. Eso sí, ahora tenían un papá con un ojo negro y otro blanco. Seguro que presumen de ello en el colegio.

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